LOS DERECHOS HUMANOS, NUESTRA PASIÓN!

05.05.2018

Replicamos artículo escrito para el portal Corrillos.co por parte de nuestro director Corporativo, Diego Ruiz.

QUE EL ODIO NO NOS SOMETA.

Por: *Diego Ruiz Thorrens/ Algo terriblemente enfermo sigue vivo en nuestros corazones como santandereanos y al parecer, esto crece día tras día. Algo, que nace de la indignación momentánea por los aberrantes sucesos de violencia contra los cuerpos de los niños (y en especial las niñas), de las mujeres y los ancianos en nuestro país, sucesos que deberían sacudir cada fibra de nuestra carne, de nuestros cimientos como seres humanos y deberían hacernos decir en unísono ¡Basta ya!

Algo que permea en las campañas políticas actuales, esas que repiten sin cesar que buscarán "el mejoramiento de la calidad de vida de todas, de todos y cada uno de los ciudadanos de Colombia", dónde los políticos investidos casi en la figura bíblica legendaria de Moisés dividen el mar de gente en guetos, generando odios, sembrando pasiones desmedidas bajo las llamadas "propuestas sociales" (o algo así escuché) que en ningún instante están sustentadas ni en la realidad del colombiano de a pie, ni en su diversidad (pero sí plasmada en interés políticos personales o al parecer, de los sectores que representan), de aquel que vive en las orillas o en los bordes de nuestro bello país, o en la zonas dónde el dinero, el recurso financiero y material es tanto pero tan desbordado, que no alcanza por razones misteriosas para alimentar a su gente: la mujer que junto a su familia vive en la marginalidad, o los niños que (sin ir muy lejos) viviendo en nuestro Departamento lentamente mueren de hambre o esperando (para aquellos que son suertudos) una ración de alimento en la escuela, o que están muriendo porque no tienen cómo defenderse de la violencia de los mayores, del abuso y del abandono social.

Algo, donde algunos sectores políticos (de manera casi industrial) se nutren, transformando el odio en exquisito producto, aprovechando la indignación traducida en dolor, confusión e impotencia social, reaccionando ante la muchedumbre con propuestas salvadoras que estarán sustentadas exclusivamente en lo que las grandes mayorías, ese sector del país que no ha tenido una educación de calidad, desean oír: la justicia punitiva y en el castigo frente al suceso aberrante, imperdonable, siendo ésta una acción (el delito) que al final ya no tiene y ni tendrá reversa, pasando por alto e ignorando de tajo que en la educación y en la prevención del delito están las herramientas más valiosas para una real y necesaria transformación como nación.

Algo, en algunos representantes de ciertos sectores sociales y políticos, que prometen penas en cárcel cada vez más y más altas (hasta penas de muerte) para todos aquellos que quebranten la ley, (esos, los victimarios), como si con ello lográsemos como sociedad "enderezar" nuevamente esas vidas, y resarcir en algo la herida, la cicatriz que quedará marcada sobre la víctima hasta el resto de su vida, para al final, una vez más y de forma final, olvidarnos completamente las victimas existieron ¿aún alguien recordará quién era Rosa Elvira Cely o a Yuliana Samboní?)

Algo terriblemente enfermo sigue vivo y creciendo en nuestros corazones como santandereanos, algo, que al igual que un cáncer, parece que ya ha hecho metástasis y con el pasar de los segundos nos está quitando eso que nos hace empáticos hacia la humanidad, hacia la diferencia y que nos hace temer y actuar con violencia frente a ella.

Eso se llama odio, estratagema ideal para el político que quiere aumentar en las encuestas. Herramienta última para algunos sectores sociales que buscan nuevos adeptos. Elemento que genera seguidores y que en plataformas como Youtube, Twitter o Instagram, pueden significar una recompensación económica mayor. Por odiar, por diseminar más odio.

El ODIO (así, en mayúscula) vende. Y día a día, como el agua que bebemos, la consumimos.

Porque el odio nos hace actuar de forma errática, potencialmente peligrosa, destrozando nuestro sentido común.

Ponemos todas nuestras esperanzas en que un mejor futuro vendrá de la mano de la educación que como santandereanos impartimos a nuestros jóvenes, ellos y ellas, que son nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros vecinos, aferrándonos al refrán de "un perro viejo no aprende nuevos trucos", cuando ésta máxima debería ser completamente destrozada. Más cuándo hablamos del odio.

Como país y en especial como santandereanos, deberíamos pensar qué estamos ofreciendo/nos frente a éste cáncer en nuestro diario vivir: sentir real indignación hacia la menor de tres años violentada en la ciudad de Bogotá de manera aberrante debería, nuevamente, sacudirnos como sociedad, pero es también la oportunidad para cuestionarnos sobre todos aquellos elementos que no estamos observando y que pueden guiarnos a reconocer en qué punto nuestra sociedad enfermó y se fraccionó, iniciando así, por medio de una autoevaluación objetiva una real introspección, dónde analicemos todos y cada uno de los factores sociales, políticos, económicos, educativos que llevaron a éste suceso, deteniendo y denunciando el oportunismo político, impidiendo la banalización de la barbarie, ésta que sólo logra exacerbar las emociones con el fin del voto y de promesas lejanas de la realidad.

Debemos como país despertar ante el odio, ese odio que hace que busquemos desesperadamente como producto mercantil mayor violencia hacia sectores que no comprendemos (llámense LGBT, afros, personas con una discapacidad, entre otros), pero que lanza al olvido los nombres de las niñas, niños, adolescente, mujeres que fueron ultrajados ¡Que nos arrebataron!

Debemos como santandereanos romper con el odio, ese que nos lleva a escondernos en argumentos sin sentido, muchas veces sin valor y que terminan siendo replicados por nuevas generaciones.

"Los menores de edad están en mayor peligro si son educados por homosexuales que por familias de papá y mamá" escuché una vez decir por ahí, cuando en la realidad, esos hombres que abusan de niños y niñas, mayoritariamente, entre los 0 y 10 años, no se identifican como homosexuales, ni siquiera bisexuales: muchos de ellos son hombres heterosexuales, rotos, con antecedentes de violencia sufrida, muchos de ellos incluso fueron víctimas que terminaron siendo victimarios. Porque en el macho la debilidad no está permitida, porque los machos deben ser fuertes, porque al hombre todo se le permite.

Y aquí nadie discutirá que cuando un menor es abusado, ultrajado, incluso asesinado, la ley debe caer con todo su peso. En eso todos estaremos de acuerdo.

Pero las cárceles ya no son "correctivas" sino universidades dónde el criminal termina casi con un PhD (Philosophae Doctor) en criminalidad. Esto también debe ser parte de la reflexión que debemos realizar/nos como ciudadanos, más en éstos álgidos instantes de votaciones y movilización social.

Cada vida violentada es una vida que se rompe y que es muy difícil reconstruir. "Toda Vida es Sagrada", leí por ahí alguna vez.

No dejemos que el odio nos venza, no dejemos que el odio nos utilice y haga de nosotros lo que otros buscan hacer con nuestra identidad.

Apostemos a una mejor educación, con igualdad y equidad. Brindemos armas en conocimiento, educativas, a nuestros jóvenes (e incluso nuestros viejos) para no repetir nuestro presente. Para que no vivan ni repliquen ésta violencia. No bajemos nuestras defensas frente al odio.

*Director Corporación CONPÁZES - Twitter: @Diego10T

https://corrillos.com.co/2018/05/10/que-el-odio-no-nos-someta/

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar